Análisis del hombre actual
“Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Lc. 10:21).
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! […] porque allí envía el SEÑOR bendición, y vida eterna” (Sal. 133:1,3).
Estimados amigas y amigos. Tres pensadores como Gilles Lipovetsky, Enrique Rojas y Jean Baudrillard han definido al hombre actual como un hombre “light”. Este hombre se parece a los productos “light” de nuestro tiempo: comidas sin calorías y sin grasas, azúcar sin glucosa, cerveza sin alcohol, Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin colesterol, tabaco sin nicotina, etc. En otras palabras, un ser humano sin humanidad, sin contenido, esclavo del dinero, entregado al poder, al éxito y al gozo sin límites o sin restricciones.
Las características psicológicas de este hombre según estos pensadores serían: En primer lugar, el hedonismo, o la búsqueda del placer (hedone) como bien último o supremo fin de la vida humana. En segundo lugar, el consumismo, o afán de gastar, su lema es “cuanto más consumo, más feliz soy”. En tercer lugar, la permisividad, o sea, es un hombre que ya no tiene prohibiciones, ni territorios vedados, ni impedimentos que lo frenen, salvo las coordenadas externas de las leyes cívicas. En síntesis, es creer que todo está bien siempre que guste. En cuarto lugar el relativismo, es decir, no existe ni bien ni mal, ya que todo depende del enfoque con que se percibe la realidad. En quinto lugar, el individualismo, esto es, no tiene comunicación interior y no cuenta para nada con los demás. Las cinco características anteriores están enhebradas por el materialismo. En resumen, el hombre “light” o superficial es un ser humano que carecería de puntos de referencia y que, aun teniendo materialmente casi todo, tiene ausencia de vínculos, carece de compromiso por los ideales, no es feliz y sufre un vacío moral y existencial sin precedentes.
Perfil psicológico del hombre actual
Es un hombre bien informado, pero con escasa educación humana y relativamente muy entregado al pragmatismo y a los tópicos. Todo le interesa, pero solamente a nivel superficial. Algunos autores como Jean-François Revel, en El conocimiento inútil, resalta que nunca ha sido tan abundante y prolija la información y nunca, sin embargo, ha habido tanta ignorancia. El hombre es cada vez menos sabio, en el sentido clásico del término. No tiene la capacidad de hacer la síntesis de toda la información que le llega y, en consecuencia, se ha ido transformando en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo admite todo, pero que no posee criterios sólidos en su comportamiento. Todo para él es etéreo, leve, volátil, banal, es permisivo. Ha visto tantos cambios, tan novedosos y rápidos que le desconciertan, y por ende no sabe a qué atenerse. Y hace suyas afirmaciones como: “todo vale”, “qué más da” o “es que las cosas han cambiado”.
En la época del plástico de usar y tirar, el hombre “light” es el superhombre de las series de televisión norteamericanas. Sus estimulaciones primordiales son el éxito, el triunfo, la importancia social y, especialmente, ese poderoso señor que es el dinero. Es un ser humano que se está quedando falto de humanidad, indiferente, insensible, distante, no le interesa la justicia ni los problemas sociales, no cree en casi nada, es fácilmente manipulable, sus opiniones cambian velozmente y ha abandonado los valores trascendentes de la fe y del Dios de las Escrituras.
Así, nos hallamos hoy con individuos que son buenos profesionales en su tema, que dominan bien la tarea que traen entre manos, que han triunfado profesionalmente. No obstante, fuera de ese entorno, son personas sin rumbo, sin ideas claras, atrapados en un mundo lleno de información, que les distrae y les convierte, poco a poco, en hombres y mujeres superficiales, indiferentes, permisivos, esclavos del marketing, en los que habita un gran vacío moral y espiritual. Y dentro de esta cultura “light” también están envueltos los mandatarios, los políticos, los empresarios y, como dijimos antes, los buenos profesionales. Como bien ha dicho G. Lipovetsky en su libro La era del vacío: “Estamos regidos por el vacío, un vacío que no comporta, ni tragedia ni apocalipsis”. Los seres humanos están “constantemente
‘bombardeados’ por volúmenes de contenidos audiovisuales que no aportan al desarrollo personal”.
Por otra parte, el filósofo José Ortega y Gasset ya advertía a principios del siglo XX en su libro La rebelión de las masas acerca de “la barbarie del especialismo” del hombre contemporáneo. Nos dice: “Porque antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es ‘un hombre de ciencia’ y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio” (Cap. XII, “La barbarie del ‘especialismo’”). Hoy, el hombre “light” ––especialista o no–– posee una enorme cantidad de información, de datos, pero, inversamente a lo que cabría imaginar, es más hermético, más inflexible en sus opiniones e ideas. Es un sabio-ignorante incapaz de “escuchar”, de reconocer, de dejarse orientar por los que verdaderamente saben. En síntesis, es un hombre con una vida “light” que si lo sacan de su “metro cuadrado” es un ignorante.
Es verdad que las conquistas técnicas y científicas nos han traído unos logros evidentes, como la revolución informática, que ha cambiado el mundo de las comunicaciones; la revolución genética que es una revolución en la investigación de las ciencias biomédicas y la biotecnología. La reproducción asistida, la investigación contra el cáncer, los trasplantes, la manipulación genética y el uso de células madre para la regeneración de tejidos, son algunos de los campos biomédicos con más relevancia científica y social hoy en día; un orden social más justo; la preocupación y el desarrollo de los derechos humanos; la democratización de tantas naciones, etc. Sin embargo, a pesar de todo esto, hay que poner también sobre la mesa aspectos de la realidad que funcionan mal y que muestran el reverso de la medalla. Veamos en más profundidad los cinco aspectos que están enhebrados sobre la base de un materialismo que solo reconoce al individuo, en función del dinero que gana.
Los cinco aspectos de la visión posmoderna
Se refieren a las conductas generales que se aprecian hoy en el mundo occidentalizado.
1) El hedonismo que busca pasarlo bien a costa de lo que sea, muerte de los ideales, el vacío de sentido y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes. Sacar tiempo para el disfrute. Decidir darse gusto. La búsqueda del placer es la condición principal de este ser humano. El pensador francés Voltaire decía: “El placer es el objeto, el deber y el fin de todo ser racional”. Acorde a tales afirmaciones, el deseo de placer sería el único motor que hay detrás de las acciones humanas. El hedonista pregona que hay que explorar, buscar, e indagar todo. No racionalizar tanto las emociones agradables: “Hoy voy a tratar de aprovechar cada minuto agradable, lo voy a degustar con la avidez de quien devora el último sorbo de alegría, hoy me voy a recostar descaradamente en las buenas y no en las malas”.
El hombre “light” predomina ––explica F. Rojas–– en los niveles socioeconómicos más elevados de occidente. En el hombre frívolo no hallaremos intereses y curiosidades culturales ni debate ideológico, no obstante, sí evidenciaremos que sus motivaciones se vinculan directamente con el hedonismo materialista permisivo.
En el hombre “light” hay una escasez de cultura y un nivel pequeñísimo de lectura; al mismo tiempo, todo lo que no está vinculado a su trabajo profesional le parece leve, de poca importancia y profundidad. Su regla de oro es la superficialidad y, habitualmente, “habla de nada”, o sea hay una indigencia total de contenidos, solamente “habla de cosas divertidas”. Estas se refieren según Rojas: a la vida ajena, los viajes y sus correspondientes anécdotas, la cena de ciertas personas, la última separación conyugal.
2) El consumismo de sustituir continuamente unos objetos por otros cada vez mejores, pese a que a veces resulten abiertamente inútiles. El ciclo del consumista es el siguiente: “Hacer para tener; tener para consumir más; consumir más para aparentar una imagen mejor; disponer de una mejor imagen para hacer más”. Es lo que Aquilino Polaino Lorente, en La agonía del hombre libertario, ha llamado “el síndrome de la cebolla”: “Como esta, el hombre se disfraza en sus pertenencias, acabando por identificarse con su ropaje, siendo imposible distinguir entre uno y otro”. Debajo de cada capa hay otra igual, y, al final, es imposible distinguir entre la persona y sus posesiones. La enfermedad de la abundancia que sufre el mundo occidental es la de poseer todo lo material y haber reducido al mínimo el nivel espiritual. Gente repleta de todo, llena de cosas, pero sin brújula en la vida, es un hombre a la deriva, que no tiene referente, ha perdido su punto de mira y está cada vez más desorientado ante los grandes interrogantes de la existencia. De hecho no tiene ningún proyecto existencial.
3) La permisividad. La permisividad inaugura una nueva etapa de la Historia sin prohibiciones, ni territorios vedados, ni obstáculos que frenen, salvo las coordenadas externas de las leyes cívicas. La permisividad da como resultado el nihilismo, ya que el hombre “light” está vacío, incapacitado de decidir qué es precisamente lo que desea. A la vez, el hombre “light”, se relaciona con el subjetivismo con el que busca el provecho inmediato. Con esto, obtiene como consecuencia que la verdad es lo útil, lo práctico, y por consiguiente nada es absoluto ni definitivo sino que todo es relativo. La consigna es que hay que atreverse a todo y llegar cada día más lejos.
En cuanto al nihilismo (del latín nihil, “nada”) es una posición filosófica que argumenta que el mundo no posee de modo realmente objetivo ningún significado, propósito, verdad comprensible o valor esencial superior. Es la negación de todo principio, autoridad, dogma filosófico o religioso. El nihilismo hace una negación a todo lo que predique una finalidad superior, objetiva o determinista de las cosas, dando énfasis en la negación de la idea de progreso en la historia. Por tanto es contrario a la explicación dialéctica de la historia.
4) El relativismo es el hijo natural de la permisividad. La influencia del relativismo en la conducta del hombre “light” es arrasar con los mejores propósitos e ideales. Hace que los anhelos del ser humano vayan siendo poco a poco materiales y tengan una decadencia moral. Es que uno ya no tiene prohibiciones, ni territorios vedados, ni obstáculos que lo detengan, es una tolerancia absoluta, que estima todo como válido.
Hay dos tipologías de relativismo: el relativismo ideológico y el relativismo visual. El ideológico nos permite el criterio propio, puesto que lo que está bien para unos, puede estar mal para otros, o viceversa. Se declara al escoger nuestros actos de acuerdo con los preceptos morales, que por mucho que estén establecidos, en cierta medida nos da un margen de opinión y elección.
El relativismo visual, por su parte, propende a decir que todo es criticable y examinándolo a detalle, o todo o nada vale la pena, dependiendo del punto de vista. El hombre se convierte en un absoluto para sí mismo, absolviéndose así de cualquier reproche moral. Con esto podemos aseverar que el límite del relativismo ha de venir impuesto por la existencia de algo absoluto y objetivo.
En síntesis, se trata del nuevo código ético del “todo depende”, de que no hay nada absoluto, ni nada sería completamente bueno o completamente malo. De esta manera somos conducidos a la ética del consenso: si hay mayoría, el asunto es válido. Porque lo importante es lo que juzgue la multitud.
5) El último aspecto es el individualismo. Frente a la noción de familia predomina el de individuo, el yo como lo contrario al grupo. El hombre “light” no sabe realmente qué es el amor, lo confunde con pasión y debido a sus características no puede saber lo que es amar, ya que no tiene capacidad para mantener una relación estable, todo es superficial. Actualmente vivimos en una cultura que se burla de la familia y de la autoridad de los padres; una cultura que se ha globalizado y ha producido que los individuos tengan una pérdida de su identidad. Por ello, son tantos y tantos los jóvenes que se sienten incapaces de sobrevivir en una sociedad dura, inhumana y competitiva. Es verdad que, por ejemplo, la enfermedad de la anorexia se debe, en parte, a la moda de querer ser delgado, pero además al desarraigo familiar y a la globalización de la cultura. A decir verdad, la anorexia es el temor de los jóvenes adolescentes a entrar en el sistema de una sociedad como la nuestra. Solos, sin apoyo familiar, por consiguiente se niegan a comer. La verdad es que se niegan a crecer y volverse personas adultas. Al no comer, sus cuerpos no originan las hormonas necesarias, no pueden engendrar ni disfrutar de su existencia, ni enamorarse y su vida se vuelve miserable. El problema de la anorexia no se cura comiendo, sino influyendo sobre la cultura. Si esto no se soluciona, los casos seguirán aumentando en una sociedad donde cada vez existen menos familias sanas.
Podemos agregar que el hombre “light” procede de una zona de indefinición, de un camino sin meta, un hombre para el que es más importante la velocidad en alcanzar lo deseado que la meta en sí. Esto tiene más consecuencias: adicción al sexo, pornografía, adicción a la droga, adicción al juego, adicción a los sedantes, adicción al “zapping”, adicción al trabajo, adicción al psicoterapeuta, anorexia, bulimia y otras más.
Podemos decir que el hombre “light” es extremadamente vulnerable puesto que en lo más hondo de su alma se siente vacío y solo, mas se trata de una soledad que produce banalidad porque no hay reflexión interior. No se pregunta por nada trascendente que le exija a reconsiderar su existencia de otra manera. Es una soledad sin rebelión personal y sin análisis. Hoy por hoy, hay gran cantidad de matrimonios fracturados, de personas separadas que viven casadas con el trabajo y con unas relaciones afectivas muy débiles, en las que existe más sexo que afecto. Sin embargo esa soledad no suele provocar reformas personales o cambios de actitud.
El hombre actual no sabe adónde va, y esto significa que está perdido, sin norte, totalmente extraviado. Es lo que demuestran tantos rompimientos conyugales en los adultos y tanta drogadicción entre los jóvenes. Estos dos aspectos ponen sobre la mesa la fragilidad que existe en nuestra época. ¿Qué está pasando? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué podemos hacer? Hay que luchar por vencer la vida “light” y volver a recobrar el sentido genuino del amor a la verdad y de la pasión por la libertad auténtica.
Creo que Jesucristo el salvador del mundo puede darle a todo aquel que cree el poder para romper con el ciclo infernal de la vida “light”. El Hijo de Dios vino a buscar y a salvar todo lo que se había perdido. Solo él puede hacer un cambio radical en nuestras vidas. El hombre que recibe a Jesucristo en su corazón obtiene una “nueva creación” por la gracia de Dios. Ya nunca más estará solo. Él cumple su promesa: “Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). “No voy a dejarlos solos; volveré a estar con ustedes” (Jn. 14:18). Ya nunca más tendrá una vida “light” vacía y sin propósito, sino que vivirá una vida sólida y abundante (Jn. 10:10).
Un ideal nuevo de persona: el hombre sólido
Para hallar la felicidad y la significación de la vida, el hombre “light” tendrá que convertirse en todo lo contrario, en un hombre sólido.
Hallarse a uno mismo. En vez de estar atrapado en el hedonismo debe encontrarse a sí mismo. No queda otra solución que preguntarse: ¿cómo es mi vida? ¿Por qué periodos he pasado? ¿Qué haré con los años que me restan por vivir? Por lo tanto, se impone la reflexión madura. Para madurar el hombre “light” debe pasar por el sufrimiento. Asumir el fracaso es necesario para la maduración del individuo, ya que, generalmente, se aprende más de los fracasos que de los grandes logros. Así, asumiendo sus fracasos, el hombre se reconcilia con su pasado y madura.
Vivir sobre la base del amor. En vez del consumismo provechoso debe aprender a vivir sobre la base del amor, pues solo por el amor la vida tiene significación. No es posible que el ser humano viva sin un amor en el corazón. El amor es darse sin esperar. El amor es predisposición, entrega y dedicación hacia la persona que se ama; es lo que impulsa las aspiraciones personales y el que nos lleva a Dios, por medio de Jesucristo. Ser cristiano es en verdad un estar enamorado de Jesucristo.
San Agustín tiene aquella famosa frase: “Ama y haz lo que quieras”. El amor es lo esencial, porque es desde el amor donde tomamos las mejores decisiones. Pero tenemos que distinguir de qué clase de amor se trata. Porque estamos en una sociedad en la que se llama amor a cualquier cosa. El amor auténtico es aquel que no permite el daño del otro. Es la capacidad de comprender al otro. Recordemos el himno al amor del apóstol Pablo. “El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable. El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie. No es orgulloso. No es grosero ni egoísta. No se enoja por cualquier cosa. No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho. No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la verdad. El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo” (1Co. 13:4-7). De ese amor es del que hablamos, no del que juega con los sentimientos de los demás buscando su propia satisfacción.
Trabajo con significación. La permisividad y la pasividad hay que reemplazarlas por el trabajo con sentido. Nos pasamos la vida trabajando, de ahí que el amor por el trabajo bien hecho nos haga gustar también la felicidad. Conque amor y trabajo conjugan el verbo “ser feliz”.
Como sabemos, la ética protestante del trabajo, examinada por Max Weber en su obra La ética protestante, nació de la necesidad de trabajar duro para lograr el éxito social y la salvación personal. Entretanto que el catolicismo aseveraba que las buenas obras son necesarias para la salvación, los reformadores protestantes enseñaban que las buenas obras eran solamente un resultado de la salvación ya dada. Para Lutero el trabajo bien hecho era un signo de gracia.
Amigo, al fin de tu vida en la tierra serás evaluado y compensado de acuerdo con la forma en que usaste lo que Dios te confió. Eso significa todo lo que hagas. Hasta las labores más simples tienen consecuencias eternas. Si todo lo tratas como un encargo, con responsabilidad, Dios te promete tres recompensas en la eternidad. La primera, Dios te dará su aprobación y te dirá: “¡Buen trabajo, bien hecho!”. Segundo, se te dará una promoción y una responsabilidad mayor en la eternidad: “Te pondré a cargo de muchas cosas”. Y tercero, serás honrado con una celebración: “Ven y comparte la felicidad del Maestro” (Mt. 25:23). Por lo tanto, amigo, nunca olvides que en el Evangelio trabajo y felicidad van juntos.
Quizá usted odia su trabajo, a lo mejor usted padece del síndrome de “la vuelta al trabajo”. Cada lunes por la mañana usted se queja, quizás siente los síntomas de tristeza, desánimo, irritabilidad, cansancio, problemas de concentración, etc. Yo quiero decirles que quejarse del lunes es maldecir. Debemos agradecer siempre a Dios por el don del trabajo así lo dijo el gran sabio Salomón: “Es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor” (Ec. 3:13). Y también dijo: “No hay cosa mejor para el hombre que comer y beber, y alegrarse del fruto de su trabajo. He visto que esto también procede de la mano de Dios” (Ec. 2:24). Por eso debe reconocer que somos faltos delante de Dios y que necesitamos apropiarnos por la fe de la obra de Cristo en la cruz, recibiendo la salvación que él nos ofrece. Y después, por la obra del Espíritu Santo, la vida del creyente puede ser una vida fructífera. El mismo Señor Jesús les dijo a los suyos, en Juan 15:16: “Yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé”.
El cultivo propio. El relativismo debe transformarse en una búsqueda de la cultura personal y del cultivo propio. Cuando el ser humano se apoya en el conocimiento y en la cultura se vuelve más libre y puede hacer su vida más humana y más feliz.
Es fácil observar que la cristiandad en su mayoría es no practicante. Lamentablemente también existen los cristianos “light”, los predicadores “light”, los psicólogos “light”, los profesores “light”, etc. ¿Cuál es la búsqueda de esta gente? Es la búsqueda del Dios que queremos en lugar del Dios que es. Es la tendencia a ser superficial en nuestra comprensión de Dios, queriendo que sea más un abuelito gentil que nos malcríe y nos deje hacer lo que deseamos. Es sentir la necesidad de Dios, pero según nuestras propias condiciones. Es el Dios que tenemos subrayado en nuestra Biblia sin el resto de lo que él es, un Dios relativo, en lugar de un Dios absoluto. Un Dios “convertible”, etc.
Es triste admitirlo, las iglesias están llenas de gente con las características de la cultura “light”: gente con pensamiento débil, convicciones sin firmeza, asepsia en sus compromisos, indiferencia, curiosidad, ética basada en la estadística, moral neutral, materialistas, hedonistas, permisivos, relativistas y consumistas.
Los auténticos cristianos fueron llamados a la misión principal de ser sal y luz en el mundo resquebrajado y confundido. Estos cristianos “light” serán poco efectivos para presentar una alternativa viable a quienes viven vidas vacías. Estos cristianos derrotados son así porque no se cultivan, no aman el conocimiento de Dios, no escudriñan las Escrituras como el Señor se los mandó, y no hacen ningún esfuerzo por eliminar los malos patrones de conducta que arrastran desde la niñez o desde la adolescencia. Esto les impide alcanzar el nivel de la santidad y ser verdaderos hijos de Dios.
Escuche las palabras terribles de nuestro Dios: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento […], y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” (Os. 4:6).
En su libro Hacia el conocimiento de Dios, J. I. Packer, nos dice: “Esta época, llena de adelantos, sufre de un gran retraso: el conocimiento de Dios. ¿Quién es él? ¿Dónde está? ¿Cuál es su relación con el hombre moderno? ¿Puedo yo conocer íntimamente al Dios creador? Aun siendo cristianos, nos hemos conformado al espíritu del mundo que nos rodea. Tenemos una elevada opinión de nosotros mismos, pero nuestra impresión de Dios es difusa, o más bien pobre. No es que neguemos la existencia de Dios, sino que lo hemos desterrado fuera del ámbito de nuestra existencia diaria. Pensamos en Dios solo en ocasiones de emergencia o desamparo”.
Amigo, mi llamado es: busque a Dios cada día, estudie la cultura actual para que nuestro mensaje pueda ayudar a los hombres en esta era del vacío, ore a Dios sin cesar, sea lleno del Espíritu Santo, y estudie las Escrituras con mucho cuidado y así alcanzará la vida abundante, la vida feliz. ¡Deje de ser un cristiano superficial o “light”! Si hoy nuestra alma está como vacía y seca, es porque hemos dejado de admirarnos de la grandeza de Dios. Dejemos que el Señor nos lleve de manera lógica e irrebatible al conocimiento de Dios.
Altruismo cristiano. Por último, el color del individualismo egoísta hay que sustituirlo por la vuelta al altruismo del pensamiento cristiano. El hombre “light” dejará de serlo cuando cultive en su interior la sabiduría de Jesucristo, esa sabiduría escondida a los sabios y entendidos, pero revelada a los niños (Lc. 10:21). La fe cristiana es el mejor camino para la realización plena del ser humano, para que este llegue a ser un hombre o una mujer comprometidos y sólidos.
El hombre sólido nos lleva al hombre espiritual
Ante esa torre del cinismo en la que vive situado actualmente el hombre “light”, frente a ese misticismo de la nada, en la que “todo vale” o “todo está permitido” contra la idolatría del dinero, el sexo, el poder o el placer, el hombre espiritual combate por su consistencia propia, por vivir los valores positivos del Nuevo Testamento que no se mudan con la moda y que proporcionan trascendencia a la vida humana. El discípulo de Jesús tiene la capacidad de descubrir todo lo que es bello y sublime, todo lo justo, todo lo verdadero, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre que hay en el mundo, e intenta batallar por alcanzarlo. Enfrente del individualismo y de la soledad del hombre actual, la fe cristiana presenta el amor fraternal y la vida en común-unión de los creyentes. Las Escrituras consideran a la soledad como la peor desdicha en la que puede hundirse el ser humano. En toda la Biblia la soledad significa desierto, aislamiento, abandono, lugar baldío, seco, sin agua, sin vida, lugar de tristeza, melancolía y nostalgia.
El salmista, cuando está separado de su pueblo y se siente solo, escribe: “Parezco una lechuza del desierto; soy como un búho entre las ruinas […]; parezco ave solitaria sobre el tejado” (Sal. 102:6-7). La persona “light” de nuestra época es también como esta lechuza del desierto, como un ave solitaria que intenta vivir lejos de los demás, sin el apoyo de nadie, y encuentra, a veces demasiado tarde, que este modo de vida no le da la felicidad, sino que le pone cautiverio y lo deshumaniza.
Ya en el Génesis, Dios reconoce que “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18). El salmista recuerda, como algo muy bueno, que “Dios hace habitar en familia a los desamparados” (Sal. 68:6), y considera que no hay nada más bello ni más agradable que ver “habitar los hermanos juntos en armonía, […] porque allí envía el SEÑOR bendición y vida eterna” (Sal. 133). Hasta el autor de la Epístola a los Hebreos, motivando a los creyentes al amor y a las buenas obras, les encomienda que no dejen de congregarse, como algunos tienen por costumbre, sino que se animen cada vez más a seguir confiando en Dios (He. 10:25).
El Evangelio apuesta por la común-unidad de la familia natural, pero además por la convivencia de la familia de la fe. Los hogares cristianos deben estar abiertos para que tantos individuos solitarios, como en la actualidad existen, descubran a Jesucristo mediante la familia de la fe. Dios tiene el poder para usar a las personas que abren las puertas de sus hogares, como medios para que todos aquellos que están sufriendo, sintiéndose solos, tristes y desamparados, pasen a constituir parte de la familia espiritual. En la soledad estéril del desierto en que vive hoy el hombre actual, Jesucristo puede abrir caminos en el desierto, y ríos en la soledad, capaces de producir vida, y vida en abundancia. Estas son nuevas sendas por andar que es necesario abrir en la comunidad cristiana de hoy.
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marzo 08, 2020
Creo ,sin temor a equivocarme , que todo aquel que lea o escuche estos mensajes podrán integrar estos conceptos a su vida personal.Y aún más, poder compartir y abrir puertas que en muchos casos estaban cerradas …Nos ingresa a un mundo intelectual que estaba cerrado o vetado para los Cristianos Latinoamericanos .
Muchas gracias .