En el principio creó Dios…
Estimados amigos. En esta noche quisiera que viéramos un punto de vista mundial cristiano, pero para eso necesitamos una base y esta se encuentra en Génesis 1 versículo 1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
Sabía usted que solo existe una gran pregunta en la base del pensamiento: ¿Hizo Dios al hombre o el hombre hizo a Dios? No hay mejor lugar para comenzar que “en el principio”, que es el versículo más leído de toda la Biblia. Ahora bien, el versículo más amado en toda la Biblia es Juan 3:16, pero el más leído de toda la Biblia es Génesis 1:1. Es decir, más gente lo ha leído que cualquier otro versículo porque más personas en algún momento han dicho: “Veamos de qué se trata este libro”, y comienzan en el punto de partida, y este es un buen lugar para que empecemos. Entonces vamos a estudiar el punto de vista mundial cristiano y comenzaremos por el principio y edificaremos sobre este principio: “En el principio [o sea, en el lugar de partida] creó Dios los cielos y la tierra”.
Esta es una verdad fundamental. Si usted quiere entender la verdad tiene que entrar en el Templo de la verdad, y en el Templo de la verdad “la llave” está en la puerta de entrada que es Génesis 1:1.
Déjenme repetirlo otra vez: En toda filosofía solo existe una gran pregunta ¿hizo Dios al hombre o el hombre hizo a Dios? Y todo lo demás simplemente fluye de esto, según la respuesta que se le dé a este versículo en particular. Analicemos, entonces, los pormenores del citado versículo.
Dios es presentado
Dios hizo al hombre, y lo que usted ve en este primer versículo es un Dios que simplemente es presentado. Anótelo, un Dios que simplemente es presentado. En la Biblia Dios no es discutido, Dios no es explicado, Dios no es defendido, Dios simplemente es presentado: “En el principio… Dios”.
Tal vez le sorprenda saber que los escritores bíblicos nunca trataron de probar la existencia de Dios, si usted trata de probar la existencia de Dios, hará algo que los escritores de la Biblia nunca intentaron hacer. La Biblia tiene todo lo que usted y yo necesitamos para tener fe. En la Biblia no hay una explicación de la existencia de Dios, Dios simplemente es presentado y debe ser aceptado. “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (He. 11:3). Aquellos que tienen fe no necesitan entrar en la especulación para conocer el secreto del universo, la fe es parte del conocimiento.
Tarde o temprano un escéptico vendrá a usted y lo desafiará diciéndole: “Pruebe que hay Dios”. Bueno, no se empeñe en hacerlo, no se esfuerce en lograrlo, porque si trata de hacerlo estará haciendo algo que la Biblia no trata de hacer. Respóndale simplemente a ese escéptico: “No puedo probarle que Dios existe”, y cuando usted diga eso él sonreirá como si hubiese ganado una victoria, pero no es así, porque luego usted le dirá: “Ahora, pruébeme que Dios no existe”, y tanto como usted no puede probarle a él que Dios existe, él no puede probarle a usted que Dios no existe.
Verá usted, nosotros somos finitos, Dios es infinito y lo finito nunca podrá probar ni refutar la existencia de lo infinito. Según Blaise Pascal el hombre tiene sed de Dios, su alma tiene una sed infinita que necesita ser abastecida por un infinito, destacando que este infinito es el que se comunica con el hombre. No es lo finito que capta lo infinito, sino al contrario lo infinito que se comunica con lo finito. Por ello los científicos han movido cielo y tierra tratando de probar cómo el mundo y el universo llegaron a existir. Pero la ciencia no puede hacerlo porque la ciencia está limitada a los estudios de los fenómenos y los procesos que ahora existen. El científico debe tomar estas cosas que ahora están en existencia para poder entrar en su laboratorio, y si no las tiene, mejor debe permanecer en silencio. La ciencia es siempre incompleta, provisional y constantemente está cambiando… la ciencia solamente puede estudiar los fenómenos generales que se repiten. No tiene capacidad de decir gran cosa sobre aquellos otros que acontecen una sola vez, como el hecho de la creación, esto es algo que escapa a su método. Para hacer ciencia es necesario que el científico sea testigo de lo que estudia.
Es por ello que Dios le hizo esta pregunta a Job, y quisiera hacérsela a todo científico de hoy. En el libro de Job capítulo 38 y versículo 4, Dios está hablando y dice: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia”. Lo que Dios está diciendo es: “Tú no existías cuando yo lo hice y por lo tanto no hay forma de que lo puedas examinar”.
Cuando les dije que no tenemos “pruebas” no quise decir que no tenemos evidencias; hay una increíble cantidad de evidencias, es decir, si usted tiene una creación, el sentido común le dirá que debe haber un Creador. Según el credo de los ateos: NADA + NADIE = TODO; y esto es realmente algo bastante estúpido. Ahora usted sabe que buscar pruebas científicas de Dios es como desarmar un piano para buscar una canción. Dios no está sujeto a la demostración científica, por lo tanto, ya sea que usted crea en Dios o no, eso no es un asunto intelectual, no es un asunto de la mente, es asunto del corazón. Y como bien dijo Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”.
La Biblia dice en el Salmo 53 versículo 1: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. Cuando la Biblia usa la palabra “necio” no habla del hombre que es mentalmente incapacitado, habla del hombre que es moralmente incapacitado. La palabra hebrea “Nabal” o “necio” no trata con el intelecto, sino con la integridad, con la moral; y lo que Dios está diciendo es que un hombre con un corazón malvado es del tipo de hombre que niega a Dios.
En resumen la Biblia nos dice: “En el principio Dios”. Él es un Dios que es simplemente presentado, no se meta en la dificultad de tratar de probar la existencia de Dios. Usted puede dar evidencias de Dios, pero el probar su existencia está más allá de sus posibilidades. Dios existe y él es un Dios que simplemente se presenta.
Dios es poderoso
El segundo punto que quiero que usted aprenda sobre este Dios, es que él es un Dios que es soberanamente poderoso. Mire nuevamente este versículo: “En el principio Dios ––¿qué es lo que hizo?–– creó”. ¡Él creó! San Pablo dice en la Epístola a los Romanos que él es revelado a través de la creación: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Ro. 1:20). Solo Dios tiene poder creador, solo Dios tiene poder generador. La palabra hebrea para crear es bará y se usa unas cincuenta veces en la Biblia, significa creación de algo a partir de la nada.
La gente habla de las leyes de la naturaleza; amigos, no hay leyes de la naturaleza, hay leyes de Dios que la naturaleza obedece. La ciencia simplemente descubre esas leyes. La ciencia no crea esas leyes; tal y como Cristóbal Colón no creó América porque la descubrió.
En el principio Dios creó algo de la nada. Un predicador elocuente dijo: “Dios salió detrás de la cortina de ningún lugar y se puso de pie sobre la plataforma de la nada y al hablar trajo un mundo a su existencia”, ¡eso realmente me gusta! Usted ve el trabajo manual de Dios en lo que hizo. Solamente una célula, una sola célula en el cuerpo humano es increíblemente maravillosa. No olvidemos que el cuerpo de un ser humano tiene aproximadamente unas cien billones de células (1 billón = 1.000.000.000.000), la generalidad de las cuales tiene un diámetro menor que una décima de milímetro y dentro de cada célula existe un corpúsculo negro denominado núcleo. Y al interior del núcleo de la célula se hallan dos series completas de genes; una serie que proviene del padre y otra, de la madre. Cada cromosoma está formado por un par de larguísimas moléculas de ADN (ácido desoxirribonucleico). Todos los cromosomas de una célula tienen un largo de casi dos metros. Todos los cromosomas de todas las células del cuerpo tendrían un largo de ciento sesenta mil millones de kilómetros, y hay más de mil trillones de kilómetros de ADN humano en nuestro planeta: lo suficiente para llegar de aquí a la galaxia más próxima. Como se desprende de lo antedicho, todo es una maravilla incomprensible para nuestra mente limitada.
Sin embargo, toda esta reflexión debe llevarnos al autor de tantas maravillas. Por ello, uno de los padres de la Iglesia, san Cirilo, obispo de Jerusalén (siglo IV), decía: “¿Quién es el que ha preparado la cavidad del útero para la procreación de los hijos? ¿Quién nos ha provisto de nervios y huesos, rodeándonos luego de piel y de carne? ¿Quién hace salir del seno de la madre leche en abundancia, cuando el niño ha nacido? ¿De qué modo el niño, al crecer, se hace adolescente, se convierte en joven, luego en hombre y, por último, en anciano sin que nadie logre descubrir el día preciso en que se realiza el cambio?… Estás viendo, oh hombre, al artífice, estás viendo al sabio Creador”.
Mucho más pequeño que la célula es el átomo. El átomo es una parte pequeñísima de la materia, pero que en sí mismo es un mundo perfecto. Imagínese que tengo en mis manos una rosa. Algo naturalmente complejo. Quiero decirles que en ella danzan miles y miles de millones de átomos, cuyo número excede al de todos los posibles seres que hay en nuestra Tierra y más que los granos de arena de todas las playas. Y todo es tan perfecto que da lugar a la bella rosa que puedo contemplar.
En un milímetro de papel existen 1.000 billones de átomos de hidrógeno, oxígeno, carbono, unidos en moléculas o grupos de átomos. El grosor de un cabello humano es equivalente a un millón de átomos de carbono. Si nuestros átomos fueran del tamaño de una manzana nosotros seríamos tan grandes que el sistema solar cabría en la palma de nuestra mano. Si una manzana fuera del tamaño de la Tierra, los átomos en ella serían tan grandes como la manzana original. Y esos átomos no están quietos formando una masa, sino muy separados unos de otros, moviéndose a grandes velocidades. El electrón del hidrógeno se mueve a razón de 2.000 kilómetros por segundo, girando alrededor del núcleo. Da seis billones de vueltas al núcleo por segundo. Y todo en un orden exacto y perfecto. El mundo de los átomos es como el de los astros: un mundo maravilloso, que todavía no podemos comprender en toda su amplitud.
El 99,9 por ciento del volumen de un átomo es espacio vacío. Leí no hace mucho que si usted pudiera sacar todo el vacío de todo, escurrir la nada del mundo, usted podría poner la Tierra entera en una cubeta de dos galones (1 galón = 3,78 litros). Eso es increíble. Si el espacio vacío de los átomos se pudiera suprimir, toda la humanidad cabría en el volumen de un terrón de azúcar.
Amigo mío, piense en lo diminuto, en la complejidad de lo que Dios creó, Dios lo hizo todo de la nada. El profeta Jeremías tuvo una visión de la creación y nos dice: “El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con sabiduría” (Jer. 10:12 y 51:10) Y ese Dios está aquí en esta noche, él no ha cambiado, él es el mismo ayer y hoy y por los siglos. El mismo Señor que creó el universo también quiere trabajar en usted, ¡permítale que él tenga el control de su vida! Él es el Dios del átomo, de la matemática, de la física, de la química. ¡Dios es el creador, el hacedor de todas las cosas! El hizo todas las cosas para mostrar su gloria.
Y ahora piense en el increíble tamaño del universo. La luz viaja a un promedio de 300.000 kilómetros por segundo. Viaja tan rápido que no pueden medirla en millas o kilómetros, la miden en años luz (1 año luz = 9,46 x 1012 km). Viajando a esa velocidad usted pasaría la Luna en dos segundos. Uno, dos, y ya está más allá de la Luna. Amigos, toma aproximadamente 4,5 años luz el alcanzar la estrella más cercana a nuestro Sol, el alfa de Centauro ¡cuatro y medio años luz! La Osa mayor está a 20 años luz. La estrella polar, que guía a los navegantes hacia el norte, está a 250 años luz. Sagitario a 50.000 años luz. Y la galaxia más próxima a la nuestra, la Andrómeda, está a dos millones de años luz de distancia y es cuatro veces más densa que la nuestra. Aun más, la luz viajando desde la Tierra no llegará al borde de nuestro universo conocido sino después de 10 billones de años luz, viajando a la velocidad de la luz.
¿Quién hizo todo eso? ¿Cómo pasó? ¿Pasó por casualidad? No, Dios lo hizo. En el principio creó Dios los cielos y la Tierra. Si usted ve un reloj, espero que asuma que hay un fabricante de relojes. Si observa un sistema de agua, espero que asuma que alguien lo planeó. Si usted mira un edificio, espero que piense en un arquitecto. Si ve los precisos relojes atómicos del universo, espero que no crea que llegaron a ser así por casualidad. Si observa el ciclo hidráulico de la naturaleza, espero que no crea que pasó por casualidad. Si mira la estructura compleja de su cuerpo o de cualquier organismo que Dios ha creado, espero que usted no crea que todo sucedió por simple casualidad.
La mayoría de los astrónomos actuales aceptan hoy la teoría de que el universo apareció en un instante de creación mediante la violenta explosión de una bola de fuego hace unos 13.700 millones de años.
Esta violenta explosión inicial o Big Bang, como suele llamarse, puede comprobarse, porque el universo está en continua expansión. Dice el gran astrónomo Gamow: “Midiendo la velocidad de expansión de las galaxias, no es difícil calcular la fecha de su comienzo, en que todo el material del universo, que se encuentra ahora suelto y desparramado a través del espacio, estaba unido y muy apretado”.
Sin embargo, si al principio no había más que una bola originaria de fuego de mínimo volumen, pero máxima densidad y temperatura, inevitablemente se plantea la pregunta: ¿De dónde provenía esa bola originaria? ¿Y cuál fue la causa de la inimaginablemente intensa explosión originaria? ¿De dónde procedía la inconmensurable energía de la expansión cósmica? ¿Qué fue lo que ocasionó su enorme impulso inicial?
Tal es el enigma fundamental de la realidad. Pero existen otras preguntas: ¿Qué fue lo que, ya en la fase primitiva, estableció las condiciones que garantizan que el universo, 13.700 millones de años más tarde, siga teniendo las propiedades que hoy observamos? Así pues, ¿de dónde proceden las constantes naturales a las que se atribuye carácter fundamental y universal? Me refiero: a la carga e del electrón, el cuanto de acción de Planck h, la constante de Boltzmann k, la velocidad de la luz c… ¡Y con cuánta precisión tenía que estar calibrado todo en el cosmos para que, después de miles de millones de años pudiera surgir la vida: el ajuste fino entre la energía y la materia, entre las fuerzas nucleares y las electromagnéticas, entre la fuerza de gravedad y la energía de vida a las reacciones nucleares en el interior del Sol…! Los manuales astrofísicos no ofrecen respuesta alguna a la pregunta fundamental de los principios cósmicos de “orden”. ¿De dónde proviene la estructura mínima existente ya en la gran explosión? La mayoría de los científicos contemporáneos calla ante la pregunta última de qué existía “antes” de la gran explosión. Pero hay más: ¿Ha evolucionado todo esto de forma por completo aleatoria hacia la vida, hacia el ser humano? Y lo más sorprendente de todo ¿pudo surgir sobre la Tierra finalmente, después de miles de millones de años la vida inteligente, es decir el ser humano, a partir del reino animal? “¿El universo sabía que íbamos a aparecer?”. Pero ¿es capaz el universo de “saber” algo? ¿Era acaso consciente la gran explosión de lo que estaba desencadenado? Una idea más bien rara. Pero ¿quién sabía entonces que iba a aparecer el ser humano?
Otra de las grandes interrogantes es que si el esfuerzo científico, económico (miles de millones de dólares) y propagandístico, ¿ha servido para hallar algún vestigio de vida en el universo? No, ¡hasta el presente no se ha encontrado prácticamente nada! Todos los intentos han sido vanos. Efectivamente, en febrero del año 2004 apareció en el diario The New York Times un artículo titulado “Maybe There isn’t Anyone ‘Out There’”: “Quizá no hay nadie ‘ahí fuera’: después de años de búsqueda de vida extraterrestre, es posible que estemos solos en el universo”. El artículo remite a una muy reciente obra de astronomía que lleva el provocador título Rare Earth [La rara Tierra], escrita por destacados científicos como Peter Ward y Donald Brownlee que escribiendo para la NASA llegaron a la siguiente conclusión: casi todos los entornos que rodean a la Tierra en el universo son verdaderamente inhóspitos para la vida. Esta solo pudo surgir en un “jardín paradisiaco” como es la Tierra. No solo Marte, sino que todos los planetas grandes descubiertos hasta el presente fuera del sistema solar son de todo punto de vista inadecuados para la evolución de la vida. Igualmente, el físico teórico Harald Lesch (Universidad de Múnich) afirma sin rodeos: “Se ha buscado y buscado, pero ¡sin encontrar nada! ¡Absolutamente nada!”.
Así pues, amigo mío, las seis películas de La guerra de las galaxias de George Lucas, con sus nobles caballeros espaciales, sus arrugados gnomos extraterrestres, sus divertidos robots y el maligno Darth Vader, de rostros trágicos y demoniacos, son pura mitología sin fundamento empírico alguno. Desde luego, nadie puede descartar teóricamente que ahí fuera, en algún lugar del cosmos, exista vida; y el teólogo no tiene nada que temer a un eventual descubrimiento de la misma. Pero a mi parecer, fuera de las creaciones angelicales creo que estamos solos en el universo. De esta soledad creo que el hombre huye y busca desesperadamente no estar solo. Recordemos que la Biblia le abre esa posibilidad al hombre, pero jamás podrá escapar de Dios: “Yo soy el Dios todopoderoso, y juro que te derribaré aunque vueles como las águilas y pongas tu nido entre las estrellas” (Abd. 1:4).
Amigo mío, el mundo está lleno de preguntas y no hay respuestas convincentes. Todo el cosmos no es producto de la casualidad, sino de un diseño inteligente, tampoco nosotros somos el producto de millones y millones de años de evolución. Hay un Dios que creó los cielos y la Tierra. Todo lo que existe en el cielo y Tierra es creado por Dios. Todo en la vida tiene un diseño. Dios es el creador del diseño de nuestra vida. Hay un Creador, un Organizador, un Diseñador de toda esta creación, el cual es bendito por los siglos de los siglos.
Los evolucionistas nos dicen que la materia inerte, procedente de la nada, se organizó a sí misma formando galaxias, y vida en los planetas. Organismos vivos capaces de reproducirse a sí mismos, y además con variaciones adaptativas al medio, a través de cambios internos llamados mutaciones. Estas predisponen a los organismos para evolucionar y cambiar hasta formar incluso especies nuevas, llegando desde un organismo unicelular hasta el hombre, pasando por todas las especies necesarias. Los errores en las copias de sí mismo, las mutaciones, en cada organismo, son distintas y producen nueva información. Así las mutaciones, para los evolucionistas, en lugar de producir un defecto que debilitará y extinguirá la especie, producen una adaptación genética para evolucionar. Por el proceso de selección natural no solo explican la microevolución (variaciones dentro de una misma especie), sino la macroevolución, de una especie a otra, con un antepasado común a todas.
Pero amigo, no debemos olvidar que la teoría de la evolución contradice las mismas leyes de la ciencia. Por ejemplo, las leyes de la genética, las leyes biológicas de los aminoácidos, las leyes de la termodinámica, y otras más. En estas leyes se comprueba que es imposible que la evolución se lleve a cabo. Investíguelas a profundidad y lo comprobará usted mismo, sobre todo si usted es físico, químico, ingeniero mecánico o eléctrico, biólogo, o pertenece a áreas referentes a la observación. Lamentablemente, la teoría de la evolución está llena de “cuentos”, y a estos “cuentos”, en los laboratorios se les llama “ciencia”.
Resumiendo este punto digamos que el hombre no puede crear. Todo lo que puede hacer es cambiar las cosas. Puede tomar formas simples y convertirlas en formas más complejas o viceversa, pero el hombre no puede crear nada. En cambio Dios es todopoderoso. Puede hacer todo lo que quiere, y esto solamente con quererlo. La creación del mundo de la nada es obra de su voluntad. Él lo dijo y existió, lo ordenó y las cosas fueron creadas (Sal. 148:5). La creación nos cuenta del poder infinito de Dios, pues únicamente él puede hacer pasar las cosas del no ser al ser. Por ello decimos en el Credo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso….”. Dios puede hacerlo todo, incluso lo que a nosotros nos parece imposible, pero sus acciones siempre estarán de acuerdo con el resto de su carácter. Dios lo puede todo; sin embargo, no quiere todo lo que puede, esto es, no quiere lo que involucre pecado o contradiga a su infinita perfección, por ejemplo, la mentira, el engaño, puesto que él es infinitamente perfecto y santo. ¡Alabado sea Dios!
Dios con propósito
Ahora, lo tercero que quiero que aprenda acerca de Dios, y esto es fundamental: él es un Dios que con seguridad tiene un propósito. ¿Por qué lo creó? Cuando mira usted la creación hay dos cosas que puede ver fácilmente, una es “el plan” y la otra “el propósito”. Permítame darle tres razones de por qué Dios lo hizo:
1) En primer lugar, Dios creó todo para su placer. Él es Dios y él puede hacer lo que desea. La Biblia dice en Apocalipsis 4 versículo 11, hablando del Señor Jesucristo, quien fue el agente de Dios en la creación: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Colosenses 1:16 reitera el punto: “…todo fue creado por medio de él y para él”. El haber sido creada por la voluntad de Dios, no significa que la humanidad fuera hecha para entretener a Dios o para proporcionarle un pasatiempo. Dios es un Ser creativo, y le place crear. Como veremos más adelante, Dios es un Ser personal, y le agrada tener a otros seres con quienes pueda mantener una genuina relación. Dios nos hizo para su placer, no porque nos necesitara. Él hizo al hombre con toda gentileza y buena voluntad.
2) La segunda razón de por qué Dios creó todo, es para su alabanza. Por favor leamos estos versículos:
“Porque de él [y habla de Dios], y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Ro. 11:36).
“¡Que todo lo que respira alabe al Señor!” (Sal. 150:6). Todo lo que Dios creó es parte del gran “crescendo” de la alabanza. Los árboles deben alzar las ramas y decir “¡alabado sea el Señor!”; y las flores deben abrir sus pétalos y exclamar “¡alabado sea el Señor!”; los pájaros al extender sus alas alaban al Señor; las estrellas que anidan en el seno del cielo deben decir “¡alabado sea Dios!”; las cataratas más grandes del mundo al fluir y fluir deben proclamar “¡alabado sea el Señor!”. Dios lo creó todo para su placer y para su alabanza.
¡Alabado sea el Señor! El Señor hace de la verdad el suelo sobre el que podemos estar y andar, el aire en el que podemos respirar. El Señor es el origen y el principio del que todos nosotros procedemos. El Señor es también la meta y el fin hacia el cual nos dirigimos todos. El Señor es el que no solo es grande, sino el único grande; no solo es bueno, sino que es el único que es bueno, de quien procede todo lo bueno. Él es el Señor libre, fuente de toda libertad. Él es el único Señor, porque es el creador de todas las cosas, porque todo le pertenece, porque todos nosotros somos suyos.
¡Alabado sea el Señor! “Alabar” significa sencillamente: dar razón, hablar bien; lo cual se hace imposible cuando se trata del Señor, si no dejamos de darnos razón a nosotros, si no dejamos de hablar bien de nosotros. ¿Habéis notado los cánticos de nuestros himnarios? En todos ellos se alaba al Señor de la manera que sea, se le da a él la razón, mientras que no se nos da a nosotros, los hombres. Así pues, no se trata de alabar a cualquier criatura ni darle “gracias a la vida” (Violeta Parra), ni al mundo, sino al Señor. Porque merece ser alabado ––porque alabarlo no es una empresa artificial y piadosa, sino lo más natural, necesario y evidente––, porque él tiene derecho como ningún otro sobre todo nuestro pretendido derecho y contra toda nuestra injusticia. Y es bueno alabarlo, porque cuando lo hacemos, marchamos bien y vamos a lo seguro: salimos del mundo de la mentira y entramos en el terreno de la verdad en el que uno puede vivir.
3) La tercera razón de por qué Dios creó todo, es para su pueblo. Para que usted y yo tuviéramos dónde vivir. Dios iba a crear una raza y tenía que crear un lugar donde pudiésemos estar de pie, dormir, comer y trabajar. Dios nos hizo un hogar; y cuando Dios lo hizo retrocedió para contemplarlo y dijo “que era bueno en gran manera”.
Permítame decirle que toda la creación de Dios es buena. Nunca crea que las cosas materiales son malas; no piense ni por un momento que esta Tierra y el materialismo son malos, no son malos. El materialismo es malo solo si se convierte en un dios, pero el amar el mundo que Dios creó no es malo, Dios lo creó y Dios dijo que era bueno.
Dios puso a la creación adánica en un jardín y Dios les dijo “disfrútenlo, de todo árbol podrán comer”. Pero el diablo, o el adversario de Dios, quiere que usted piense negativamente sobre la creación de Dios, como si Dios no le amara, pero recuerde que Dios le ama y tiene un plan maravilloso para su vida.
Veamos algunos versículos sobre la creación para su pueblo:
Salmo 37:4: “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón”.
Salmo 84:11: “El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha”.
1ª Timoteo 6:17: “A los ricos de este siglo manda que no […] pongan la esperanza en las riquezas […], sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”.
¿Por qué Dios hizo las frutas? Pues para nosotros, es decir, Dios es bueno. ¿Por qué Dios creó este mundo? Para su placer, para su alabanza y para su pueblo.
Un Dios salvadoramente personal
El cuarto punto que deseo que aprendamos hoy acerca de Dios ––no solo es un Dios que simplemente es presentado, no solo es un Dios que es soberanamente poderoso, no solo es un Dios que de seguro tiene un propósito–– es que él es un Dios salvadoramente personal. Leamos de nuevo Génesis: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. El nombre que se utiliza para Dios aquí es Elohim y este habla de un Dios personal. Hablemos de esto por un momento.
La palabra hebrea EL significa un Dios que tiene ilimitado poder, es la palabra que habla de fortaleza. La primera parte es EL y la última parte de la palabra Elohim viene de una palabra hebrea que significa “jurar o hacer un pacto”. Ahora junte ambas palabras, “poder y pacto”, y lo que usted tiene es un Dios que es Omnipotente y que siempre cumple su palabra, piénselo. En el principio Elohim, el que es Omnipotente, quien siempre cumple su palabra, creó los cielos y la Tierra. Esto significa que él es un Salvador personal.
Amigos, en suma, tenemos un Dios que es simplemente presentado por eso debemos reconocerlo. Tenemos un Dios que es soberanamente poderoso, por tanto debemos respetarlo. Tenemos un Dios que de seguro tiene un propósito, por consiguiente debemos reverenciarlo. Tenemos un Dios que es salvadoramente personal, por ello debemos recibirlo. Todo está en Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Está allí desde el principio y es la base.
Deseo dejarle dos pensamientos básicos, dos verdades primordiales para su vida:
La primera verdad es que tenemos una obligación solemne hacia Dios porque él nos creó y la Biblia dice en el libro de Isaías (45:9) “¡Ay del que pleitea con su Hacedor!”. Y en el libro del Eclesiastés (12:1) leemos: “Acuérdate de tu Creador”. Tenemos una obligación hacia Dios, somos dos veces suyos. También Isaías nos dice: “Ahora, así dice el Señor, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú” (43:1).
Somos suyos debido a la creación y debido a la redención que él hizo por nosotros. Él nos compró a precio de sangre y tenemos una obligación hacia él. “¡Hay del que pleitea con su Hacedor!”. Este es el primer pensamiento que quiero dejarle hoy.
La segunda verdad básica que quiero dejarle es que no solo tenemos una obligación hacia Dios; mas, amigos, Dios tiene una obligación hacia nosotros; no estoy tratando de pasarme de listo cuando digo esto. La Biblia llama a nuestro Dios en 1ª Pedro 4:19 un “fiel Creador”. Ahora qué significa eso, significa que Dios no nos hizo para dejarnos abandonados. Él no quiere vernos deambulando por la vida, frustrados, tristes, melancólicos y hasta iracundos por la situación que estamos viviendo. ¿Cómo pensar que un Dios cuyo carácter es amor, que dio a su propio Hijo en la cruz del calvario, pueda abandonarnos? ¡Imposible! Somos nosotros, por ser un pueblo de dura cerviz, plenos de nuestro yo, quienes nos apartamos de Dios.
Amigos, quiero decirles que cuando Dios nos puso en este universo no nos creó para abandonarnos. Cuando Dios hizo la creación retrocedió para apreciar el producto final y dijo: “Es bueno”. Pero luego el pecado entró en el mundo y ya no era bueno. Mas el Señor Jesucristo vino y murió en la cruz para pagar por nuestros pecados, y cuando él había acabado dijo: “Consumado es”. La deuda está cancelada y ahora existe una nueva creación para todos los que creen. Así cuando usted da su corazón a Dios, cuando lo recibe como su Dios y Salvador, cuando se entrega a Cristo, cuando el Espíritu Santo entra en usted; usted está cumpliendo su obligación hacia él; usted está diciendo “tú me creaste, me redimiste, me entrego a ti”.
Cuando el Señor Jesucristo entra en usted para guardarlo, guiarlo, protegerlo y cuidarlo, él cumple su obligación con usted. Y quiero decirle que el Dios que lo hizo, el Dios que lo creó no lo trajo a este mundo para dejarlo abandonado.
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Destrucción de fortalezas
marzo 15, 2020
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No desperdicies tu vida
marzo 11, 2020
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El evangelio en que creemos
marzo 08, 2020